sábado, 5 de junio de 2010

Analizando los comienzos de "El Exorcista"












 Hace tiempo tuve una interesante conversación con una buena amiga acerca de las posibles diferencias que una película podría tener en función de la visión de diferentes guionistas y directores. Es decir, una misma historia, narrada por personas diferentes. El ejemplo surgió a raíz de las dos versiones modernas de Hulk. La idea me pareció fascinante y pronto encontré nuevos ejemplos para analizar. Exorcist: the beginning (2004) y Dominion: prequel to the exorcist (2005), donde incluso el protagonista de las dos versiones es interpretado por el mismo actor. Pero no nos adelantemos…
Cuando se decidió viajar al pasado para contar la historia del Padre Merrin ( “el exorcista” de la película original), la historia fue creada por William Wisher Jr. y Caleb Carr, mientras que la dirección recayó en Paul Schrader. El rodaje se desarrolló como otro cualquiera, sin problemas, hasta que antes de terminarse la película, y ante las impresiones suscitadas tras ver los primeros minutos montados, el director fue despedido y se paralizó la producción. Según se informó, Schrader había desarrollado su propia versión, la que los escritores habían creado y la que él quería contar pero que los productores no compartían. ¿Qué tenía esa versión que a los productores no les gustaba? Bueno, se limitaron a justificar el despido alegando que el realizador estaba creado una película demasiado personal y que su enfoque no coincidía con el que los espectadores querían ver. Aquí es donde uno se pregunta en qué momento han preguntado esos productores al “público” lo que quería o no quería ver en una película sobre los orígenes de El Exorcista. Es más, surge la pregunta de si alguien quería realmente ver al padre Merrin en su primer encuentro con el diablo.
El caso es que el dinero invertido en el filme no iba a perderse y se contrató a otro director para “terminar” el filme y reorientarlo hacia ese supuesto gusto de los espectadores. Aquí entra en escena Renny Harlin, director de la cuarta entrega de Pesadilla en Elm Street o Deep Blue Sea. Harlin, sin embargo, no se limitó a añadir algunos planos o cambiar la película en la sala de montaje. Con la ayuda de otro guionista (Alexi Hawley), le dio una vuelta completa al guión, construyendo una película muy diferente sin desviarse, eso sí, de la trama central que ya había sido escrita (y aprobada por los productores). Mantuvo protagonista, (Stellan Skargard) aunque no todos los secundarios repitieron.
Cuando por fin la película fue estrenada, bajo la dirección de Renny Harlin, el film no causó el efecto deseado por los productores: ni público ni crítica respondieron de forma favorable. Los problemas, sin embargo, no habían terminado. Alguien tuvo acceso al guión utilizado por Schrader y declaró en internet que el filme hubiera sido mucho mejor tal y cómo iba a ser antes de que Harlin tomara las riendas del proyecto. Tirar una “bolita” de nieve como esa a la red puede provocar una avalancha de reacciones. Así fue. Poco a poco, “la bolita” de nieve se convirtió en todo un alud, que declaraba con tientes amarillistas que la “versión prohibida” de Schrader era mejor que el filme estrenado en cines. Al final, se terminó la versión “prohibida” para su estreno en algunos cines de Estados Unidos y finalmente en el mercado doméstico. ¿El resultado? Por lo menos, controvertido.
Las dos películas siguen la misma línea argumental: el descubrimiento de una iglesia enterrada en África a la que será enviado el padre Merrin. Alejado de la fe tras sus desencuentros con el ser humano durante la Segunda Guerra Mundial, Merrin deberá hacer frente al mal que se esconde en esa misteriosa iglesia. Ante esta premisa, Paul Schrader optó por crear un filme más dramático que aterrador, centrándose en la profundidad psicológica de los personajes, ahondando en sus traumas, profundizando en ellos, desarrollando a sus personajes y olvidándose del “terror” como lo entendemos hoy. Podría decirse que el film funciona más como un drama psicológico en el que los personajes no sólo están mejor dibujados que en la mayoría de producciones del género, sino que sufren más por sus traumas y problemas morales, por sus propios debates internos, que por la amenaza externa de una iglesia maldita. Desde luego, funciona como drama con tintes de terror, pero desde luego, tanto el ritmo narrativo como la ambientación no son lo que se espera de un filme de terror. En eso, hay que darle la razón al equipo de productores. A nivel comercial el filme de Renny Harlin era una apuesta más segura, más rentable en taquilla.
Sin embargo, el filme de Harlin desdibuja por completo a los personajes, dejándolos desprovistos de fuerza emocional. Baste de ejemplo el intenso debate moral que carcome la entereza del Padre Merrin en la versión de Schrader, falto de garra y profundidad en el filme de Harlin. El papel del ejército británico, los dos niños que van a la escuela o la doctora son otros ejemplos. Pero no son los únicos cambios. Allí donde Schrader insinuaba el mal, Harlin lo explicita con más posesiones, ataques, sangre y el papel de un borracho acosador que sólo cumple la función narrativa de “inquietar” y crear malestar en el espectador. Por supuesto, el enfrentamiento final en la iglesia, un “cara a cara” psicológico en la película de Schrader, deja paso a un exorcismo más explícito, más radical, en la versión de Harlin.
Desde luego, este juego de las diferencias que es comparar ambas versiones podría extenderse en un largo trabajo de investigación en el que poder profundizar en otros aspectos como la planificación, la música o los pobres efectos especiales (de ambos filmes); podría extenderse uno hablando del papel del productor en el cine, la cuestión de si de verdad es posible saber lo que quiere el público o incluso de si el público sabe realmente lo que quiere. Pero voy a dejar estas cuestiones abiertas, que tampoco quiero aburrirles como me aburrí yo con las dos películas. Y es que al final, no me gustó ninguna. Eso sí, como ejercicio, verlas y compararlas da mucho juego.

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