No cabe duda de que M. Nigth Shyamalan es uno de los grandes directores de cine de nuestro tiempo. Sin embargo, sus últimos trabajos se están resintiendo de un grave problema que crece cual bola de nieve en la ladera. El público pide insistentemente finales sorpresa y sorprendentes en las películas de este director, incluso en obras que, como El Incidente, no lo necesitan. Pero, además, se ve en la complicada situación de arriesgarse una y otra vez (algo que nunca ha dejado de hacer) al mismo tiempo que parece querer contentar a los que ponen el dinero. Total, que la "obligación" al giro final y la presión de los estudios para hacer taquilla chocan frontal y violentamente con sus aspiraciones creativas, dando como resultado películas tan irregulares como la que se estrenó el pasado viernes 13 en España.
Los diez primeros minutos de película son, sencillamente, puro arte cinematográfico. Los créditos ya apuntan maneras en lo que a la historia se refiere, los primeros instantes en Central Park son desconcertantes e inquietantes, pero si algo destaca del arranque, es el fragmento de la construcción, con la cámara siguiendo a los sorprendidos obreros mientras van callendo, uno a uno, en el inicio más escalofriante de los ultimos tiempos. Pero, a partir de ahi, la historia se vuelve un tanto increible, con situaciones ridículas y momentos impactantes a la par. Realmente parece que el director indio no encuentra el camino a seguir con una historia que promete más de lo que da.
La sensación general es de cierto desagrado, cierta resginación. No porque la obra sea mala (que, en varios aspectos, como la interpretación y el guión, lo es), sino por la certeza de que este director sabe hacer buen cine, cómo crear arte para proyectar en una pantalla. Y en El incidente no lo hace. La peícula está decepcionanado a la mayoría, pero hay pequeños grupos de críticos que aun aprecian el coraje de Shyamalan por hacer su cine sin rendirse del todo a la comercialidad de los estudios.
En El incidente, Shyamalan demuestra en algunos momentos su magnífica labor de dirección: la cámara siguiendo el trayecto de una pistola de mano en mano, la llegada de un vechículo a una localidad con la calle llena de escaleras y decenas de cuerpos ahorcados en los árboles; la mayoria de las muertes, cada cual más bizarra y mostrada sin pudor o, incluso, el plano final en Paris. Pero, si en algun momento podía haberse arreglado el desastre del guión, ese hubiera sido el clímax, que podría haber sido absolutamente demoledor y emocionante: por la puesta en escena, porque representa el poder del amor por encima de cualquier cosa, porque los personajes asumen su destino, porque la banda sonora de James Newton Howard se funde con las imágenes realzando la potencia visual del momento... Sin embargo, habrá espectadores que no hayan empatizado con los actores y la situación a esas alturas de película (quizá porque la secuencia anterior, con una tétrica anciana fuera de sí, no termina de encajar en la trama). Si en ese momento, los protagonsitan murieran, tal y como sería lógico, la película hubiera remontado ligeramente el vuelo cerrando con un final portentoso. Pero se queda en el camino.
Aun así, Shyamalan consigue hace un filme clásico, con demasiados peros para pasar a la historia sin dejar por ello de regalar destellos de cine que siguen manteniendo las esperanzas en que pueda encontrar su hueco en un cine cada día más vendido a la taquilla. Si Woody Allen consigue estrenar un filme por año sin llenar las salas, el director hindú terminará por ubicarse y estabilizar en sus trabajos la balanza entre arte personal y éxito comercial.