
Ya se ha hablado aqui de la
pornotortura, de la capacidad para crear arte dentro de
lo macabro, tomando como materia prima el dolor, la violencia o el sufrimiento. La propuesta de
Funny Games aglutina torturas, mentes macabras, arte, violencia... Es la explosión más brillante de lo que esta Planta 13 quiere mostrar: el arte en el cine de terror.
Funny Games se estrena este cuatro de Julio aqui en España, tras recaudar apenas un millón de dólares en Estados Unidos y ser la película más comprometida en America. Bueno, en realidad, es el Funny Games de 1997 el que fue polémico. Bueno, éste también lo es; de hecho, ¿no son la misma película? A ver, un poco de calma. Será mejor centrar a los lectores despistados, que, teniendo en cuenta que hablamos de un filme europeo de hace unos años, es "normal" que no se conozca.
Allá por 1997, el director Austríaco
Michael Haneke estrenaba
Funny
Games, una película acerca de un matrimonio que acude con su hijo a una casa de campo. Allí, recibirá la visita de unos extraños jugadores de golf. Se trata de dos hombres, jóvenes, de rostro peculiar y apariencia impoluta. Pronto, la extraña pareja se revelaba como una unión psicópata, que arrastraba al espectador a presenciar la barbarie. Pero Haneke no jugó a "crear" realidad. Quiso que el lector tuviera siempre presente que estaba ante una película, quiso evidenciar su "poder" como director. Y para ello, los protagonistas dedicaban una serie de guiños directos al espectador, inlcuso se permitían alusiones directas a éste, que asistía atónico a la trampa del director austríaco. No era una película violenta, si no una película sobre el morbo que ésta levanta en el ciudadano medio (o en el bajo, o en el de las altas esferas). El director regaló una planificación magistral, ajustada a un guión que encaja

como un cubo de Rubik: es dificl hacerlo tan bien, pero cuando sale, la satisfacción artística del logro alcanzado es absoluta. Sin embargo, la película no daba tregua, pues era tan macabra que obligaba al espectadora reflexionar sobre por qué estaba presenciando el malsano juego de los psicópatas. Ellos son actores, es tan sólo una película (el director se encarga de recordarlo con la puesta en escena), pero los espectadores la vieron porque... ¿Por qué? La respuesta es sencilla: el placer de saciar el lado morboso de la mente humana.
Haneke realizó una especie de tratado sobre la violencia en esta película, a la par que dió una clase de dirección de actores y puesta en escena (los reducidos escenarios, el vestuario, el uso del fuera de campo, los planos secuencia, el sonido...). La satisfacción por una obra tan bien entretejida se diluía, sin embargo, con la terrible sensación que el espectador ssentía durante el largometraje y al término de la proyección. Haneke brindó con este filme una obra cercana a la maestría.
Pero todo esto hace referencia a la obra del 97. ¿Qué hay de la que
se estrena est

e cuatro de Julio en España? Pues es, ni más ni menos, que el
remake de la anterior, realizado por el mismo director. Ahora bien, lejos de actualizar, modificar o reiventar su propia obra, Haneke calca el filme original y demuestra que el mensaje de la película está tan vivo ahora como hace una década. Hoy, quizá más, con las sagas de
Saw y
Hostel aun activas: "la distribuidora ha vendido el filme de cara al público que suele consumir este tipo de historias. Yo estoy de acuerdo, me quiro dirigir a los consumidores de violencia más habituales, los mismos que van en masa a ver
Saw o filmes de terror similares", afirma el director en unas declaraciones publicadas en la revista Imágenes del mes de julio-agosto. "Mi película es mucho más sugerente que la mayoría de los productos de género producidos en Hollywood, aunque tampoco me preocupa mucho que consideren Funny Games como otra película de terror", cerraba el director. Y es que la película no pretende mostrar esa violencia de forma visual, si no que la explicita a partir del lenguaje, los diálogos y la violencia física. Pero aqui nadie va a ver un ojo colgando, un cráneo taladrado o una pierna serrada. Ese no es el juego de Haneke. Él prefiere mostrar la violencia de otra forma, de una manera artística. ¿Acaso no son "arte"
los cuadros de Saturno devorando a su hijo, pintados por dos maestros como Goya o Rubens?
También de artística parece merecer que se considere la interpretación de la actriz portagonsita en esta película. Se trata de Naomi Watts, una atriz capaz de masturbarse y llorar a la vez en una película de David Lynch o de enamorar al mismisimo King Kong. Una gran actriz que aporta belleza y dolor a un relato que no triunfará entre la masiva oferta veraniega, pero que, a buen seguro, dará de qué hablar a quienes acierten yendo a verla.