Los vampiros están de moda, sí. Pero por desgracia, sus salvajes costumbres, su estilo amenazador, sus deseos de sangre y sus connotaciones sexuales han sucumbido ante el romanticismo facilón de una saga millonaria como Crepúsculo. Por suerte, aun hay un gran segmento de público atraído por versiones más adultas del mito. Desde el 13 de Junio True Blood vuelve a las pantallas norteamericanas de la mano de la cadena privada HBO, una de las pocas privilegiadas que no necesita hacer productos para todos los públicos. Esto les permite hacer series complejas, adultas y sin concesiones con la calidad de Los Soprano o explícitas como True Blood, con buenas dosis de sexo, sangre y violencia en pantalla. En resumen, series enfocadas a sectores de público más concretos que los habituales de las grandes series.
Para aquellos que no la hayan visto, la serie presenta una sociedad en la que los vampiros han “salido del armario” y son seres reconocidos. Gracias a la invención de una bebida que sacia la sed de sangre de tan míticas criaturas, éstas no se ven obligadas a matar humanos ni a chupar su sangre. Los informativos y los programas de debate televisivos se llenan de discusiones sobre si es acertado dejar que los vampiros vivan entre humanos. Evidentemente, hay ciertos grupos de fanáticos que quieren a los vampiros bien muertos y sin posibilidad de salir de sus ataúdes. Otros, simplemente se sienten fascinados por una raza salvaje y ascentral. Y es que el oscuro morbo de dejarse morder por los afilados colmillos de un vampiro, de dejarse seducir por sus poderes y entregarse a sus pasiones, es para muchos demasiado tentador ( Dicen en la serie que el sexo con vampiros es muy superior al mejor sexo que se haya podido tener con humanos). Pero las perversiones no quedan ahí. Por si fuera poco, los humanos han encontrado en la sangre vampira la nueva droga de moda. El consumo de “V” como droga es altamente peligroso, pero sus propiedades son altamente tentadoras y su consumo (ilegal como toda droga dura) creará más de un problema.
Así que en mitad de todo esto, la serie presenta a los peculiares personajes de un pueblo, Bon Temps, donde empiezan a mezclarse los vampiros y los humanos que allí viven. Partiendo de esa curiosa idea sobre el mundo de los vampiros, la primera temporada sigue la investigación de una serie de asesinatos a mujeres, de los que es acusado el nuevo vampiro llegado a la zona. Bill, que así se llama el centenario chupasangre, se enamorará de la protagonista, una camarera capaz de leer el pensamiento de todo el mundo incluso sin pretenderlo. En torno a ellos, toda una serie de personajes, relaciones, secretos y sorpresas que atrapan al espectador y le sumergen en el ambiente del apacible pueblo de Louisiana donde se desarrolla la trama.
Sin embargo y a pesar de la gran expectación que esta tercera temporada está levantando, en el aire quedan algunas dudas acerca del nivel de la serie creada por Allan Ball. Y es que tras una perfecta primera temporada, la serie dio ciertos bandazos en la segunda, con capítulos realmente buenos y momentos ciertamente olvidables. La mezcla de mitologías, bien llevada, puede ser de gran ayuda para evitar que la saga se estanque, aunque los extremos alcanzados con las griegas bacanales de sexo y delirios en la segunda temporada no fueron especialmente acertados.
Si hacia el final de la primera temporada se introdujeron los cambia-formas y la segunda incluyó la mitología griega, la tercera temporada añadirá un nuevo ser mitológico: el hombre lobo. Tanto ser mítico hará que los personajes se pregunten a sí mismos si realmente son humanos, tal y como declaró el propio Allan Ball intentando no destripar mucho las sorpresas de esta nueva entrega vampírica.
Señoras y señores, bienvenidos a True Blood. Porque no sólo de cine vive la Planta 13.
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