lunes, 3 de marzo de 2008

Tras la silla de la tortura
















Desde el pasado Viernes 29 se puede ver en los cines de toda España Waz, un thriller de terror acerca de un asesino y las pesquisas policiales para detenerle. Con una mezcla de estilos entre Seven y Saw, el filme, dirigido por un curtido en la televisión, Tom Shankland, cae del lado de la segunda. Tras su paso por el festival de Sitges en Octubre de 2007, la película fue incluida por algunos críticos dentro de la denominada “porno tortura”.

Reciben esta denominación películas de terror que explotan la tortura de forma análoga al uso del sexo en la pornografía tradicional, es decir, mostrándolo todo con el mayor detalle posible. La primera obra en recibir tal calificativo fue Hostel, abanderada por el enfant terrible de Hollywood, Quentin Tarantino. A la sombra de este término se han incluido otros títulos como Los renegados del diablo, la nueva versión de La matanza de Texas y toda la saga de Saw.

Aunque la explotación de la tortura en el cine ya marcó un hito en los ochenta con la descomunal polémica de Holocausto Caníbal, ha sido en los últimos años cuando el término ha saltado a los medios de comunicación gracias al éxito de Hostel y la primera parte de Saw. Sin embargo, más allá de las extraordinarias cifras de taquilla de estas primeras producciones de porno tortura, se esconden interpretaciones que van más allá del lícito entretenimiento y que se entremezclan con la política.

Mientras en la mente de todo el mundo aun permanecen grabadas las imágenes de torturas en las cárceles de Abu Ghraib, algunos cineastas se han explayado en mostrar al mundo las más escabrosas y explícitas formas de tortura en la piel de jóvenes estadounidenses. Convendría tener en cuenta que el boom de estas películas sobrevino poco después de iniciarse la guerra de Irak en 2003. De hecho, Saw se estrenó en 2004, el mismo año en que las torturas de Abu Ghraib se hicieron públicas; Hostel se estrenó en 2006, cuando la prisión irakí aun acaparaba la atención de los medios de comunicación con nuevas imágenes y consecuencias políticas de lo que se han considerado crímenes de guerra.

El éxito de estas producciones, al que se suman los de títulos como Wolf Creek, Turistas o la propia Waz, ha llegado durante la guerra de Irak y el resurgimiento de la polémica por las torturas de Guantánamo, sin olvidar los coletazos de un tema tan espinoso como el de Abu Ghraib. Si se tiene en cuenta que el cine de terror siempre ha mostrado los miedos de la sociedad, la complejidad de la mente humana, las relaciones políticas o la moral contemporánea, ¿es la porno tortura reflejo de la inseguridad norteamericana ante las acciones de su país en esas prisiones? ¿Pretende Hostel fomentar el debate sobre la tortura? ¿Constituye el fracaso de las últimas entregas un indicativo de cambio en la mentalidad occidental? O, ¿es quizá la respuesta a unos actos que han perdido su significado por excesiva repetición visual?

Algo de todo esto yace bajo el subgénero iniciado por Hostel. Su director, Eli Roth, afirmó haberse inspirado en un anuncio de internet en el que se ofrecían los servicios de torturador y asesino a cambio de una elevada suma económica. La idea original de Roth quizá no fuera la de criticar las vejaciones de Abu Ghraib, pero en el fondo de todas estas películas se esconden conceptos morales que definen los rasgos de una sociedad bombardeada a diario por una violencia ante la que no saben qué sentir.

2 comentarios:

Alice Sheppard dijo...

Para que necesita la industria cinematografica tantos remakes, los cuales (generalmente) son peores que la pelicula original. Si necesitan dinero, que utilicen la imaginacion y el talonario para sacar nuevas peliculas

Diego Sánchez dijo...

Cierto alice... La verdad, la imaginación escasea en el cine de hoy en día. Por suerte, aun quedan directores y guionistas para hacer cosas interesantes y originales. Sin embargo, el talonario les da la razón, los remakes dan dinero, y eso es lo que cuenta.

Bienvenida a la Planta 13...