Artículo originalmente publicado en Cookies on the Net
Pasada la medianoche, cuando los habitantes vivos de la casa bajan sus defensas acostados en sus camas, la fauna merodea por los alrededores. En la noche puedes escuchar las arañas tejer lentamente sus trampas pegajosas, escuchar a los coyotes cruzar las calles y a los cuervos graznar junto a la chimenea.
El hogar parece encantado, maldito incluso, y los enigmáticos objetos que adornan la casa no ayudan a evitar el sentimiento. ¿Por qué los peluches están parcialmente quemados? ¿Que ocultan los armarios sellados? ¿Qué son esos extraños objetos blancos carbonizados entre las cenizas de la chimenea? ¿Por qué la casa nunca duerme, por qué siempre parecen escucharse pasos arrastrándose de la cocina al jardín, junto al pozo sellado y ahora lleno de viejos ladrillos?
Sea como sea, la casa es perfecta para rodar cine de terror (una calle mas arriba, y frente a la casa de Antonio Banderas, me encontré con Anna Paquin y Joe Manganiello rodando un episodio de True Blood hace unos días y yo mismo he protagonizado un corto de terror para la New York Film Academy rodado en mi casa).
Y es que el gusto por el terror clásico nunca termina. Fantasmas y casas encantadas siguen cautivando la imaginación de espectadores por todo el mundo. No se puede ser más clásico para contar una historia de terror. Crujidos, pasillos entre sombras, pasos en la medianoche... Pero clásico no tiene por que significar aburrido, ya visto o poco original. James Wan, autor de la saga mas taquillera de la historia del cine de terror, regresa a las pantallas con Insidious, una película que juega con los miedos mas clásicos y los tópicos mas utilizados en el genero para crear un filme inteligente pero con altibajos.
De entrada hay que tener en cuenta que estoy escribiendo basándome en los recuerdos de cuando vi el filme en Sitges el pasado mes de Octubre. Desde entonces, me consta que el montaje ha cambiado, así que no estoy seguro de que los resultados sean los mismos.
Insidious es una película que arranca con fuerza y que engancha con facilidad. Conviene matizar que no se trata de un filme psicológico en absoluto. Es una película clásica de casa encantada, con puertas que se abren solas, objetos que se mueven y figuras que aparecen y desaparecen entre las sombras. Los sustos serán la base de la película. Crear tensión y acto seguido hacer saltar al espectador. Formula base, sencilla y efectiva.
El humor que suele aparecer en el cine de terror es bueno como alivio cómico, pero en esta película los personajes encargados de llevar a cabo esa tarea se exceden en su trabajo y pueden terminar por sacar al espectador de la pantalla. Se trata de dos “cazafantasmas” que rompen ligeramente el tono de la película. El remate es el personaje más tópico que uno pueda imaginar: una especie de médium que sirve para lanzar el tercer acto del filme, en el que descubrimos que no es la casa la que esta encantada y la película da un giro a la vez interesante y excesivo.
James Wan vuelve a dirigir cine de terror con grandes expectativas y esta vez el resultado es mejor que las dos anteriores, pero desde luego nada en comparación con el éxito de Saw. Se nota, eso si, cierta madurez y avance en su cine, algo que merece la pena destacar y que deja la puerta abierta la esperanza de ver un nuevo trabajo realmente potente del director nacido en Malasia. James Wan es un realizador aun joven y con un gusto por elementos clásicos del terror, como las casas encantadas, los fantasmas y los elementos sencillos que pueden crear miedo.
Elementos como ese cuervo que ha decidido anidar junto a mi chimenea y que no deja de mirarme mientras escribo. Como los peluches parcialmente quemados, como los ruidos a media noche, como las pisadas desconocidas…
Como mi casa encantada...
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