La nueva adaptación de la novela de John Le Carré, El Topo, viene de la mano del director Tomas Alfredeson, conocido por aquella niña vampira que aparecía en su Déjame entrar (2008). No es la primera vez que el famoso personaje de George Smiley se lleva a la pantalla y, cómo es lógico, siempre existe cierto miedo por parte de sus numerosos seguidores a la decepción. Pero en este caso, Alfredeson ha conseguido plasmar ese ambiente amargo de Le Carré en una narrativa visual excelente y rodeándose de unos actores sublimes que encarnan a la perfección a los oscuros personajes de la novela.
Todo ocurre en plena Guerra Fría, en esa carrera por destruir la expansión de los países de detrás del Telón de Acero. Control (el jefe de la cúpula) envía al agente Jim Prideaux a Hungría, pero algo falla inesperadamente en la misión y Control es expulsado de la cúpula junto con su lugarteniente, George Smiley. Pero Smiley vuelve a ser contratado por el gobierno inglés, esta vez para descubrir a un topo que parece haberse infiltrado en los servicios secretos. Con una lista reducida a cinco nombres, Smiley se las ingeniará para recomponer todas las piezas de un puzle que no parece encajar.
Alfredeson nos ofrece una visión realista del mundo del espionaje; atrás quedan las carreras a contrarreloj, las persecuciones, las explosiones y la acción trepidante. La película se centra en el personaje de George Smiley que nos ofrece un ambiente de reflexión, diálogos cargados de matices (no sólo en lo que se dice, sino en el cómo se dice) y sobretodo mucho suspense. La interpretación de los actores destaca sobre todo en el silencio, en cada gesto, en cada pequeña pista que nos hará sospechar de cada uno de ellos.
A pesar de ser una película excelente en la que se respira autenticidad en cada momento, no deja de ser densa y algo enrevesada. Esto puede provocar para el espectador desconocedor de la literatura de Le Carré que la película resulte algo compleja a la hora de seguir el argumento. Y es que Alfredeson se ha servido de la narrativa y el montaje para jugar al despiste, utilizando numerosos flashbacks y un orden temporal que a más de uno le puede llevar al desconcierto. Aún así, el espectador que se sienta atrapado por este universo, no podrá salir de él hasta el último momento en el que descubra la lógica y la oscuridad que mueve a cada uno de los personajes en sus actuaciones. El engaño traspasa la pantalla y juega con el espectador, ya que como dice el propio Le Carré “Para mí, este mundo secreto era también una metáfora del gran mundo en el que vivimos; nos engañamos unos a otros, nos engañamos a nosotros mismos, nos inventamos mentirijillas y representamos nuestra vida en lugar de vivirla”.
1 comentario:
A esta le tengo muchas ganas.
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