martes, 26 de julio de 2011

RATED R: Paul, el alien irreverente






Por favor, damas y caballeros, presenten atención. Que suenen cornetas y tambores. Que los góticos se vistan de rosa y las pijas dibujen crucifijos. Quizá por los calores estivales y, aunque me arriesgue a provocar el fin del mundo, este mes no vamos a hablar en Rated R ni de sangre ni de muerte. No va a haber zombis, ni vampiros, ni fantasmas ni torturas. Tampoco mujeres ligeras de ropa huyendo de un psicho-killer. Este verano y sin que sirva de precedente, en Rated R, hablamos de una comedia.

Pero claro, no se trata de una comedia romántica precisamente (aunque el inevitable rollete chico/chica esta presente). Se trata de una comedia gamberra. Una comedia para frikis. Posiblemente la comedia con más “Fuck” por minuto que yo haya visto. Y encima con dos cameos de escándalo para los aficionados (aunque uno de ellos es mas un papel secundario que un cameo). Y todo, con un alien fumeta, maleducado e irreverente colisionando con una curiosa cantidad de frikis de todo tipo. Eso si, como nos enseñó Spielberg en E.T., los aliens tienen buen corazón.

Durante los últimos sesenta años un alien llamado Paul ha estado pasando el rato en un área militar secreta (o no tanto, pues se trata de la archifamosa Área 51). Por motivos desconocidos, el extraterrestre decide escapar de la base y para ello se sube al primer coche que ve. Casualidades de la vida, por allí pasaban dos fanáticos de la ciencia ficción que venían de visitar la Comic Con de San Diego, la denominada meca del frikismo.

Este trío de protagonistas se las basta para liarla en pantalla, pero poco a poco se van sumando secundarios al viaje que Paul, el extraterrestre en cuestión, esta organizando. Al final fanáticos religiosos, macarras, policías de poca monta y hasta el mismísimo FBI se lanzan en su persecución.

Paul es una road movie en toda regla, un continuo guiño a los aficionados al género y casi una oda al frikismo moderno, con un derroche visual mucho más moderado que Scott Pilgrim contra el mundo, la gran oda al frikismo ochenteno.

Simon Pegg y Nick Frost se han unido de nuevo para esta película, tras los éxitos logrados con Zombies Party y Arma Fatal. Si en estos filmes sólo Pegg figuraba como guionista, en Paul Nick Frost está acreditado como guionista. Y desde luego, aunque no trabajen de nuevo con Edgar Wright en la dirección, el filme no sólo aguanta el tirón y las comparaciones, Paul consigue mantener el nivel de carcajadas, referencias y entretenimiento de sus predecesoras. Y quién mejor para dirigir el cotarro que un experto en comedias como Greg Mottola (Supersalidos, Adventureland).

Greag Mottola, Nick Frost y Simon Pegg

Si Super 8 es la cara “seria” del homenaje a la ciencia ficción de este verano, Paul es la cara cómica (no tanto paródica) del cine con el que muchos hemos crecido, incluidos los encargados tras las cámaras. Quizá por eso son películas tan cercanas a los aficionados, porque representan lo que hemos visto y aprendido en el cine desde hace años y, en el caso de Paul, lo pervierten con un toque irreverente, divertido, sano… Con ese toque de no tomarse las cosas demasiado en serio a pesar de amarlas con locura.

Y es que durante todo el metraje, que nunca se hace aburrido, la trama avanza entre gags impulsada por un objetivo y unas relaciones creíbles. Porque la magia del cine consiste en representar la realidad con ficción. Y que un extraterrestre digital (voz de Seth Rogen en versión original) consiga interactuar con los actores humanos para representar entre risas emociones tan cercanas y humanas como amistad, culpa o miedo, es sencillamente fantástico.

Pero no nos pongamos excesivamente serios. Paul es un alien que fuma, se emborracha y a veces parece que pasa de todo, pero realmente tiene un gran corazón. Lo que pasa es que ese corazón le dice también que se vaya de juerga. Así que cuando se cruza por su camino un personaje como el interpretado por Kristen Wiig, los diálogos y situaciones desternillantes se suceden. Enfrentar a un alienígena irreverente con una fanática creyente en Dios que considera la teoría de la evolución de Darwin una “blasfemia”, los choques verbales y las carcajadas salen casi solos. Entre algunos momentos desternillantes, destacamos su primer encuentro, cuando discuten a través de una puerta sin verse hasta que finalmente Paul decide dar la cara y mostrarse como lo que es.

La jefa suprema del FBI y mala por excelencia del filme es uno de esos cameos que apreciarán los aficionados y que, al igual que el otro gran cameo del filme, se puede descubrir cotilleando la ficha de la pelicula en IMDb. Eso sí, el segundo cameo es simplemente de voz y es tan real como la vida misma, todo un punto a favor de la película y los aficionados al género.

Desde luego Paul no sera el blockbuster del verano, pero merece la pena el precio de la entrada para pasar una hora y media de risas, guiños y homenajes al servicio de un extraterrestre irreverente pero de buen corazón.

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