La ansiada ganadora de los
premios Sundance de 2011 por fin llega a las pantallas españolas. Tras haber
cosechado el pasado año varios triunfos y nominaciones por distintos festivales
y premios y sin haber podido gozar en un principio de una buena distribución;
el primer filme de Sean Durkin se estrena hoy en España.
Martha Marcy May Marlene, cuatro nombres que representan la
complicada mente de la joven protagonista casi como si de cuatro mujeres
distintas se tratase. Martha huye de una secta donde ha estado aislada los dos últimos
años para refugiarse en casa de su hermana recién casada. A pesar de la ayuda
de ésta, Martha es incapaz de compartir todo lo traumáticamente vivido en aquel
lugar y pronto el miedo y los recuerdos se van apoderando de ella. A modo de
flashbacks podremos ir conociendo con sutileza las particularidades del entorno
que han cambiado a la muchacha hasta el punto de no saber distinguir lo
correcto y lo socialmente reconocido como normal, de lo que no lo es.
Durkin nos muestra dos historias
paralelas para comprender como Martha emprende su viaje hacia la inestabilidad
mental: la de la Martha actual y la de Marcy May y Marlene que ocuparon su
cuerpo en búsqueda de pertecener a un grupo mientras se encontraba en una secta envuelta en sexo, drogas y violencia
creada por una especie de gurú que goza de un extraño equilibrio entre lo
repulsivo y lo carismático. Jugando con la confusión de la propia protagonista,
el director nos adentra en una historia que se sitúa entre el drama y el terror
psicológico donde consigue llevar al espectador a un estado de incomodidad y
tensión permanente donde el horror se hará presente en varios de los puntos
álgidos de la película.
Técnicamente correcta y con una ambientación que nos lleva a
unos Estados Unidos salvajes que huelen a “country” y saben a una libertad
aparente. Por un lado, la fotografía se hace dueña de la pantalla llenándola de
tonos tenues y tan sutiles como el horror de la historia que se nos presenta.
Por otro lado, en lo que se refiere a la banda sonora, Durkin se ha valido de
eso que dice “más vale poco y bueno, que mucho y malo”; y es que, a pesar de carecer
casi completamente de música ambiental dejando en muchos casos desnuda una
tensión que sólo bebe de las imágenes, la escasa música que aparece posee un
especial encanto que enriquece sin duda al filme. Es el caso del tema Marcy’s
song, interpretado por John Hawkes acompañado
tan solo de una guitarra, que compone uno de los momentos más fascinantes de la
película por su belleza y sencillez.
Aún con todo esto, la clave principal de la película en
realidad se encuentra en su propia protagonista. La actriz Elizabeth Olsen (a
la cual hemos visto recientemente en LucesRojas de Rodrigo Cortés) eclipsa la pantalla con una actuación impecable
que vira constantemente entre distintos estados de ánimo. Parece mentira que la
joven debutante se haya podido deshacer tan rápidamente de lo que supone ser la
hermana de las conocidas gemelas Olsen para hacerse con un reconocimiento por
parte del público y la crítica en el mundo de la interpretación. Eso sí, todo
de mérito propio y por supuesto, merecido.
En definitiva nos encontramos ante un relato que
desconcierta tanto como gusta, ante una historia que nos llevará a través de la
búsqueda interna de Martha hacia sus temores más profundos y ante una película
que no dejará a nadie indiferente.
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