El pasado miércoles asistimos a un pase especial en las oficinas de Sony Pictures España, gracias a nuestros amigos de Sensacine. La película proyectada era The Pelayos, que llegará a las pantallas este viernes. Y, qué quieren que les diga, esperaba haberme aburrido más, para que les voy a engañar. No suelo tener prejuicios contra el cine español, pero ciertos directores ya consagrados no me inspiran mucha confianza. Digamos que confío en las nuevas generaciones, pero todos los demás directorers terminan ofreciéndome un cine demasiado... "español". En el peor sentido de la palabra. Ya saben, las habituales películas con putas, sexo, guerras civiles, drogas y dramones sociales muy bien interpretados pero que no entretienen demasiado. Así que cuando las luces de la sala privada de Sony Pictures se apagaron y comenzó el filme, no teníamos muy claro que nos fuera a gustar la película de Eduard Cortes. Nos equivocamos.
El filme comienza con una promesa, con una imágen que volveremos a encontrarnos hacia el tercer acto. Y así, en unos pocos planos y con una voz en off, ya nos han metido en la película. "Esta es la historia de un sueño", confiesa como un susurro al oído del espectador la voz de Daniel Bruhl. Y el espectador, qué remedio, se deja seducir. Porque el sueño es desbancar un casino. Y porque sí, a ver si queda claro, el cine español debería beber más de nuestra Historia, leyendo nuestros periódicos. Porque la cruzada personal de la familia Pelayo, narrada con un elegante y rítmico estilo por Eduard Cortes, fue uno de los temas más en boca de los españoles en los noventa, cuando la familia consiguió desbancar un casino de forma legal. La familia Pelayo fue la única en el mundo en conseguirlo. Juntos, los Pelayo hicieron Historia. Y ahora, el cine, les hace justicia con esta película.
El filme es sin duda entretenido, visualmente atractivo y juega muy bien entre la comedia y la seriedad que la historia requiere. El plantel de actores está correcto, sin grandes estrellas pero actuaciones solventes de todos ellos. El siempre efectivo Lluis Homar se echa la familia a la espalda interpretando al patriarca de los Pelayo, aunque realmente sea Daniel Bruhl quien se coma la pantalla con su estilazo y sus dotes de líder.
Sin embargo, seguimos encontrando retales de ese cine español que ha marcado y define varias generaciones de cineastas, incluso aunque el director sea novel en largometrajes como es el caso. Encontramos secuencias de sexo, siempre "necesarias" en toda película española aunque no aporten nada especial ni sean necesarias para definir a los personajes. El humor corre el riesgo por momentos de decantarse por la vertiente más Torrentiana de la comedia. Pero consigue mantener la frente bien alta y no caer en lo burdo. Para terminar el apartado de notas negativas, lanzamos una aviso para aquellos que estudien o trabajen en fotografía: el foco está muy al límite durante gran parte del metraje, muy forzado, y puede poner ligeramente nervioso a más de uno. A nuestra Natalia Vivancos, habitual en todos estos saraos con Sensacine, le pasó.
Pero para el público medio, el espectador que va una noche de sabado o una tarde de domingo al cine, la película le resultará más que divertida y entretenida, a pesar de un cierto bajón de ritmo en el segundo acto. Y es que da gusto ver productos como The pelayos, una película que con sus "peros" sobresale entre los estrenos habituales de la cartelera española como una cinta de entretenimiento puro.
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