La semana pasada comenzamos haciendo un repaso a las películas más importantes del cine de terror de los setenta. Esta semana seguimos avanzando por la década para ver qué ocurrió en los siguientes años.
1973. El exorcista
Fue en el setenta y tres y a partir de la película de El Exorcista cuando los efectos y el maquillaje se convirtieron en una tendencia indispensable para el género. Quizás hoy en día hayan quedado muy atrás debido a los avances tecnológicos, pero en la década de los setenta aquella muñeca de latex de tamaño real que giraba su cabeza por control remoto impresionó a más de uno; al igual que aquellos vómitos hechos de sopa de guisantes hizo que se le revolviera el estómago a buena parte del público. Sea por los efectos o no, El exorcista es sin duda la película más importante de 1973.Considerada un clásico de la cinematografía mundial y un fenómeno cultural, ha sido una de las películas del cine de terror que más dinero ha generado (por no decir la que más), además de ser una de las pocas que ha gozado de gran aceptación tanto por parte del público como por la crítica. Esto le valió diez nominaciones a los Oscar y otras siete a los Globos de Oro; de los cuales se llevo dos y cuatro respectivamente.
Pero, aparte de entrar en la lista de películas indispensables, también figura en la lista de películas malditas; con un rodaje tan lleno de accidentes que tuvieron que llamar en varias ocasiones a un cura para que bendijera el plató. El terror que genera el filme va más allá de la pantalla ya que, por lo visto, una decena de personas relacionadas con la película murió. Ni si quiera España se libró de dicha maldición cuando en el estudio de doblaje se les cayó el techo encima. Dejando esto al margen, si nos quedamos con El Exorcista es sin lugar a dudas por su gran cantidad de escenas que han pasado al salón de la fama de la historia del cine. Desde aquella inspirada en un cuadro de 1954 de René Magritte en la que se ve al padre Merrin llegar a la casa bajo la tenue luz de una farola. Hasta la escalofriante escena en la que Regan baja las escaleras de aquella manera que más de una generación recordará para el resto de sus vidas. Por no mencionar una impresionante banda sonora que a día de hoy todavía nos pone los pelos de punta.
1974. La Matanza de Texas
Un año más tarde de que El Exorcista hiciera gritar a la población mundial, Tobe Hooper hizo que temblara (e incluso vomitara) en las salas de cine. Aún a día de hoy, La matanza de Texas causa escalofríos gracias a una ferocidad y suciedad fuera de lo normal. Siendo una mezcla entre película de carretera, película adolescente, película de caníbales y película de asesino en serie; se ha ganado con creces un hueco en esta lista. El inconfundible personaje conocido como “leatherface” ya forma parte de la iconografía cinematográfica gracias a esa motosierra con la que se ha alimentado las pesadillas de medio mundo. A parte, destacan los planos abiertos y alejados de los personajes que crean aún mayor angustia en el espectador creando una inquietud permanente que muy difícilmente se ha podido llegar a imitar. Todo esto, junto con el sublime final en el que Sally se libra por los pelos, hacen del filme una verdadera obra de arte.
1975. Tiburón
Ya era difícil que el nombre de Spielberg no apareciera en esta lista. Mientras el cine se seguía nutriendo de asesinos y criaturas sobrenaturales, nuestro amigo Steven se dedicó a aterrarnos en el setenta y cinco con un simple y feroz Tiburón. Basada en un best-seller, ha sido considerada como uno de los “momentos claves” de la historia del cine. Su tensión climática se sostiene a lo largo de todo el filme con una intensidad inigualable; en parte gracias a un montaje sublime y a una galardonada banda sonora que acentúa los momentos claves para crear los puntos culminantes. Spielberg utilizó la cámara de forma innovadora como nunca antes se había hecho consiguiendo así el que sería su primer gran trabajo de éxito mundial. Quizás muchos la consideren más cine de aventuras que no de terror, pero lo cierto es que más de una escena nos puede hacer saltar del susto o provocarnos cierto pavor; por no decir un incontrolable miedo a meternos en el agua que hasta el mismo Spielberg sufrió tras el rodaje de la película.
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