lunes, 9 de enero de 2012

Frankenstein: el monstruo inocente


Hace pocos días os hablábamos de uno de los proyectos actuales de Tim Burton. Como os decíamos, se trata de llevar a la gran pantalla en forma de largometraje uno de sus cortos más famosos, Frankenweenie (podéis leer más sobre este proyecto aquí). Como muchos ya sabréis, la idea genial de este corto surgió a partir de uno de los clásicos de terror favoritos de Burton: Frankenstein (1931). Así que vamos a aprovechar para que podáis saber un poco más sobre esta obra de arte.

Frankenstein forma parte de una serie de películas de terror y ciencia ficción producidas por la Universal en los años treinta. La mayor parte de estas películas eran protagonizadas por monstruos que tenían una parte humana y otra sobrenatural; entre ellas destacan Drácula (1931) de Browning, La Momia (1932) de Freund o El hombre invisible (1933) de Whale. Frankenstein entró en esta lista cuando en el treinta y uno La Universal decidió hacer una adaptación cinematográfica de una de las novelas más originales que habían surgido en los últimos años: Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley. Aunque realmente a la hora de escribir el guión partieron de la obra de teatro que se había escrito en base a esta novela.

El argumento de Frankenstein es más que conocido. Todos hemos oído hablar de ese científico loco que juega a ser Dios y desafía a la naturaleza creando vida a partir de la muerte. El resultado es ese espeluznante monstruo de gran altura, formado con partes de cuerpo de distintas personas y portador (por error) del cerebro de un villano. Pronto, cuando el pueblo se entera de esta atrocidad, decide ir a por él para acabar con su vida.

Este argumento se mueve por una atmósfera sobrecogedora que introduce al espectador desde el comienzo del filme en un mundo donde no se sabe a qué tener más miedo, si al monstruo o a los seres humanos que le rodean. Y es que aquí el monstruo aparece como una víctima  no sólo de la locura de su propio creador, sino también de su propio destino. No se podría afirmar si posee maldad (sólo mata a Fritz en defensa propia y a la niña de forma accidental) o simplemente es un ser que no entiende el mundo en el que vive ni tiene control sobre sí mismo o su propia fuerza. Desde el primer momento se muestra a la criatura indefensa y perseguida, lo que genera en el espectador una especie de sentimiento de simpatía que hace que nos pongamos de lado del monstruo. Cabe mencionar la maravillosa actuación de Boris Karloff (que en los títulos del comienzo de la película se le pone con un interrogante para crear más incertidumbre) al cual durante años le mandaron miles de cartas felicitándole por su actuación y mostrando su admiración y compasión por el monstruo.

Al margen del sentimiento que despierte el monstruo, esta obra de arte que dura poco más de una hora posee una estructura cinematográfica muy ágil y con gran ritmo a pesar de haber insertado íntegramente toda la historia en la adaptación. Muchos han criticado que en ocasiones el guión tiene ciertos “saltos” que pueden desconcertar al espectador, pero lo cierto es que toda la película tiene una gran lógica estructural. Además, Whale intentó siempre adelantarse a su tiempo e innovar en la técnica cinematográfica. En este caso es en el manejo de las cámaras donde se puede apreciar la maestría de Whale ya que en la mayor parte de las secuencias utiliza gran cantidad y variedad de planos; incluso en alguna secuencia se atreve a mover la cámara (para esto tuvo que idear un rudimentario método ya que las cámaras en aquella época eran muy pesadas). Sólo tenemos que comparar otra de las obras maestras del mismo año, Drácula, en la cual todos los planos son fijos y hay muy poca variabilidad de uno a otro, para darnos cuenta de la riqueza del lenguaje cinematográfico de Whale. Ejemplo de ello es la secuencia de creación del monstruo en la que aparecen planos cortos, generales, angulares, planos detalle… o la escena de los preparativos de la boda en el pueblo en el que vemos la cámara en pleno movimiento. 

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