“Supongo que la creatividad es ser lo suficiente estúpido como para no darte cuenta de que no puedes. Y entonces ir y hacerlo”, Gareth Edwards, Director de Monsters.
Pasaban las once de la noche del viernes ocho de Octubre. Mientras en el bar del hotel Meliá de Sitges Vincet Casell disfrutaba de su particular fiesta, en una de las habitaciones del cuarto piso nuestra botella de tequila se vaciaba trago a trago. John Fallon, webmaster de Arrow in the Head, me recomendaba encarecidamente que no me perdiera la película española Kidnapped, que él había podido ver en el festival de cine de Texas. Fue allí el primer pase con prensa y público de Secuestrados (Kidnapped), una película de Miguel Ángel Vivas que terminó llevándose los premios a mejor película y mejor dirección en el festival estadounidense. “The end is a fuc*ing shock”, decía mientras servía otro tequila a la organizadora de un festival fantástico de Francia.
No es que me hicieran falta alicientes para ver la película de Vivas. Desde el momento en que supe que estaba rodada en doce planos secuencia me tenían comprado. Si el cine fuera sexo, los planos secuencia serían mi equivalente a la mejor de las felaciones. Así que cuando, entre tequila y tequila, me dijeron que la película era brutal, sentí ese pequeño cosquilleo que uno siente cuando nota las manos de su pareja acercarse a zonas peligrosamente tentadoras.
Pero cualquier estado de excitación, cualquier analogía sexual en la que pudiera pensar, se esfumó en cuanto las luces del Auditori se apagaron y comenzó la película unos días después. Y no porque me decepcionara. Todo lo contrario. La película me agarró de las pelotas y no me las soltó hasta que mi cara había pasado por todos los colores de la paleta del Photoshop. La experiencia de ver la película, según lo que me contó el propio director, tenía que ser idéntica a la que viviera una familia secuestrada. El espectador debe meterse en la película, debe dejarse llevar. Pero hay que verla en las condiciones apropiadas (y no una de esas mierdas de screeners que la gente se empeña en descargar). Porque si no, el efecto de la película se pierde. Es como ver [REC] mientras estás chateando en el ordenador. La experiencia se va al carajo.
Por tanto, si ves la película en el cine (o te las compras cuando salga a la venta como pienso hacer yo), podrás disfrutar de “la película más bestia de Sitges”, según una crítica de El País que el equipo de marketing se ha encargado de resaltar en el último tráiler del filme. La película, para quienes aun no sepan de qué estamos hablando, supone el segundo largometraje de Miguel Ángel Vivas, que sintió la necesidad y el reto de contar una historia en tiempo real para experimentar (y quizá purgar) uno de sus mayores miedos: ser atacado en su propio hogar. Los personajes de Fernando Cayo, Manuela Vellés y Ana Wagener forman el trío protagonista, una familia que se muda a su nueva casa y la primera noche es atacada y secuestrada dentro de su nuevo hogar.
Sin embargo, no es sólo lo que cuenta, sino cómo lo cuenta. Miguel Ángel Vivas decidió rodar toda la película en planos secuencia, consciente de lo complicado que todo iba a resultar pero con ese toque de creatividad del que hablaba Gareth Edwards en la cita que daba inicio a este artículo. El propio Vivas habla de forma similar de esa inconsciencia creativa: “Rodar en doce planos secuencia merece un toque de inconsciencia absoluta, de saber lo que haces pero no pensar en ello lo suficiente porque es una locura”. Semanas de ensayos, conversaciones, planificación… Fue necesaria mucha preparación para intentar que cuando la cámara comenzara a rodar estuviera todo bajo control. Pero era necesario. Esa era la mejor manera de contar la historia, independientemente de los retos que supusiera. Entre otras cosas, debían ser muy conscientes de la planificación, ya que entre los actores y la planificación iban a llevar el ritmo del filme. Pero tampoco quisieron pecar de exceso de preparación y caer en la temida sobreactuación, así que las directrices de Miguel Ángel podían ser ligeramente modificadas por el actor si este necesitaba gritar según el guión y en ese momento al actor le salía agonizar. Los actores seguían las órdenes del director con la libertad de hacer lo que “sentían” en el momento de rodar.
Desde luego, no faltan las críticas que tachan la violencia de la película de gratuita y excesiva. Incluso habrá quien quiera compararla con la saga de Hostel o Saw, cuando no tienen nada que ver con las intenciones de una torture porn como las citadas: “No estamos en ese género. Yo lo que quería era contar una historia que enseñara unos acontecimientos, crear en el espectador la sensación de haber vivido esa experiencia. Es un terror más psicológico porque la única secuencia un tanto gore de la película es la de la chica, el único momento en que la audiencia aprobaría la violencia”. Y menuda forma de aprobarla. El momento al que hace referencia el director en esa cita es una de las secuencias más espectaculares. No sólo por lo que ocurre (cerca del final de la película), con uno de los personajes protagonistas ensañándose con uno de los asaltantes. Toda la secuencia es espectacular también por la forma de plasmar en pantalla lo que ocurre.
¿Cómo te las ingenias cuando necesitas utilizar un montaje paralelo pero no quieres romper la filosofía secuencial de tu película? La respuesta es algo que yo esperaba que hubieran hecho en [REC] 2 pero que he visto en Secuestrados. Sin desvelar mucho, os dejaré una pista. ¿Qué puede ser mejor que recibir sexo oral de una persona? Recibirlo de dos a la vez…
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