Los Angeles fue este domingo el centro neurálgico del espectáculo del cine. Glamour, cine, periodistas y fans enloquecidos. Y eso que los alrededores del Kodak Theatre estaban prácticamente blindados. Vivir los Oscars bajo el sol de California es sin duda una experiencia fantástica para todos los que amamos el cine. Pero, ¿merece la pena acercarse a la alfombra roja?
Pasaban las tres de la tarde en Los Angeles. El sol, espléndido, hacía que los gigantescos Oscars situados frente al Teatro Chino y el Kodak Theatre resplandecieran con un brillo especial: el brillo de las estrellas. Poco a poco, mientras la ABC retransmitía la alfombra roja y Canal+ daba la réplica para España, me acerqué todo lo que pude a la llegada de las limusinas. Sin embargo, cientos de personas habían tenido la misma idea y todos nos apoltronábamos para intentar ver a nuestros actores favoritos. Pero era una misión prácticamente imposible. O eres de los pocos que acceden como público a la grada de la alfombra roja o te será realmente difícil ver a alguien. Yo apenas pude ver a Jennifer Hudson y Colin Firth desde mi posición. Quizá suene un poco friki, pero creo que todos los que amaís el cine como yo diríais lo mismo: "vale, se ve mejor en la tele, pero mola estar aquí".
Click en la imagen para ver el reportaje de La Vanguardia, desde el mismo lado de la alfombra roja que yo.
Por cierto, salgo en el video
Tras un par de horas metido en ese ambiente, me reuní con unas veinte personas (incluyendo varias jóvenes españolas que habían venido desde Nueva York especialmente para vivir los Oscars en Hollywood). Allí, entre pizzas, palomitas y cervezas, seguimos la gala con atención. Aplaudimos la intervención de Kirk Douglas, nos emocionamos con el discurso de Natalie Portman, reímos con los montajes videocliperos de las películas y discutimos si Cisne Negro y Aronofsky deberían haber recibido más premios. Entre tanto, uno de los compañeros españoles que estaba con nosotros entró en directo durante la retransmisión que la cadena SER estaba haciendo en España de la gala; una ceremonia ciertamente aburrida (¿Qué le pasaba a James Franco?). La noche hizo justicia con Natalie Portman, que gracias al escalofriante papel en Cisne Negro consigue por fin el reconocimiento que tanto se merece. El discurso del rey fue la triunfadora (mejor película, mejor dirección, mejor guión original y mejor actor para Colin Firth), aunque empató en número de galardones con Origen (fotografía, diseño de sonido, montaje de sonido y efectos especiales). Durante el siguiente video, los rostros de los que estábamos allí demostraban que todos amábamos el cine: con este montaje de las diez candidatas a mejor película del año nuestros ojos se abrían como platos y la emoción podía palparse.
La noche podría haber continuado con una gran fiesta a la que estábamos "invitados". Se trataba de la que celebraran los productores de la película Blue Valentine, con la nominada al Oscar Michelle Williams. Sin embargo, a pesar de conseguir "por enchufe" que nuestros nombres estuvieran en la lista de invitados, teníamos que pagar veinte dólares para poder entrar. Así que tras un breve debate, la pequeña colonia de españoles que nos habíamos juntado decidimos que nos apetecía más acercarnos a la fiesta más importante de la noche (con permiso de la que suele dar Elton John): la fiesta de Vanity Fair. Sin duda, el mejor lugar del día para ver a las estrellas.
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