miércoles, 30 de marzo de 2011

EL RITO: ¿escepticismo en la Ciudad del Vaticano?


Como premisa, debo empezar diciendo que cualquier película en la que esté implicado Anthony Hopkins es buena por defecto.

Bueno, vale, quizás exagero, quizás me esté dejando llevar por mi purismo y fanatismo… Digamos que no tiene porqué ser una película memorable (como es el caso que nos ocupa) pero sí puedo decir que sólo por el papel de Hopkins merece la pena verla.

El Rito trata de la vida de un joven americano (Michael), el cual tiene dos opciones en cuanto a su vida profesional se refiere: ser embalsamador o cura. Él se decide por ésta segunda opción, pero sus problemas empezarán cuando se de cuenta de que no tiene vocación por ello, no tiene fe. Así pues, decide abandonar la escuela, y se lo comunica propiamente al Padre Superior. Éste deniega su dimisión y decide enviarlo a Roma para formarse y así convertirse en exorcista. 

Allí se encuentra con el padre Lucas (Anthony Hopkins), una eminencia que ha realizado miles de exorcismos. Y aquí empieza lo curioso de la película. Está claro que Michael está en Roma porque parece ser que no le queda otra opción. Se va de su casa a estudiar algo que no le llena en absoluto... Mejor dicho: huye de su casa para intentar superar un trauma infantil relacionado con su padre y su profesión. Pero si bien en este punto de la película nos esperamos que su encuentro con el padre Lucas “le salve”, más bien, consigue todo lo contrario, al menos al inicio.

El padre Lucas es una eminencia en el Vaticano, sí, pero completamente escéptico. Es en este punto donde hay que comenzar a alabar el papel de Hopkins. Éste realiza sus exorcismos de un modo completamente mecánico, se ve a leguas que no cree en la mitad de lo que dice y, para más inri, Michael le encuentra un maletín lleno de trucos para sus sesiones. El padre Lucas adopta el papel de mentor de Michael. Así pues, el joven aspirante a cura acude a uno de los exorcismos: se trata de una chica joven, la cual fue violada por su padre y que, al parecer, está poseída.

Bien, aquí comienza lo que, en un principio, nos hace pensar que el filme va a desmarcarse del resto de películas sobre exorcismos. Y es que, Michael, empieza a plantear cuestiones que nada tienen que ver con la religión y todo para poder explicar la situación de la chica supuestamente poseída. Uno de los momentos cruciales es cuando se pronuncia haciéndole saber al padre Lucas que ella no necesita un exorcista, sino un psiquiatra.


¿Pero por qué digo “en un principio”, se preguntarán ustedes? pues muy sencillo. Porque, una vez más, se cargan un argumento original para seguir en la misma línea de siempre. Sí, eso significa que, como ya muchos habrán adivinado, a partir de aquí, las aguas vuelven a su cauce y, como era de esperar, al padre Michael se le presenta una situación delicada que le hará replantearse su fe. Si bien en su primer exorcismo estuvo presente como mero espectador, ahora le tocará realizar uno a él solo, sin presencia de nadie más…Por lo tanto, debe creer en lo que hace si quiere que todo salga bien.
¿Y quién es la víctima esta vez?

Exacto: el padre Lucas. No podía ser otro.

Es aquí cuando el joven americano pone a prueba su escepticismo, realiza el exorcismo (el cual es un éxito, no como el anterior) y, ¡oh, sorpresa!...Ya es creyente.

Lo siento si sueno decepcionada pero, bajo mi opinión, el filme empieza con fuerza, con algunos toques de humor negro, con una imagen muy fresca e innovadora…Todos tenemos una idea de la Iglésia Católica como algo lúgubre y anticuado. Pues bien, en El Rito se rompen incluso estos moldes (la escena de uno de los sacerdotes dando clase, en ese aula tan moderna y minimalista…es algo muy curioso de ver). Tristemente, y como ya ha ocurrido en otras muchas ocasiones (recuerden lo que comentaba hace unos días sobre [REC] 2) esto cambia radicalmente y el argumento vuelve a dar un giro para reconducirnos, otra vez, a la religión, pues Michael se convertirá –obviamente- en exorcista, y ésta vez, aunque tras dar muchas vueltas, por pura vocación.

A pesar de todo, he de recordar que la película está basada en hechos reales, por lo tanto, Mikael Hafstrom, Matt Baglio y Michael Petroni no son del todo “responsables”. Estoy segura de que han intentado llevar la historia lo mejor que han podido a la gran pantalla.

En todo caso, llámenme purista y/o repetitiva pero nunca está de más ir a ver a Hopkins en pantallazo. El que es grande, es grande, incluso en un filme prescindible.



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