domingo, 15 de enero de 2012

Domingo en serie: Charlie Brooker y las ideas en Black Mirror


Charlie Brooker es mi ídolo. Este hombre no sólo trabaja y escribe como periodista en el Daily Mirror, sino que ha creado dos de las mejores series de televisión de género de los últimos años. Primero nos sorprendió a todos con Dead Set, de la que ya hablamos en su momento. Ahora, se ha sacado de la manga un impresionante tríptico de capítulos que no sólo entretienen, sino que además provocan el debate entre los espectadores. Black Mirror, serie que ha sido trending topic en todas las redes sociales desde su estreno en diciembre, surge de la preocupación del periodista por los excesivos "avances" tecnológicos de la sociedad y cómo ésta se ve arrastrada a una vida de peligros éticos y morales. Y es que, como siempre, el desarrollo tecnológico y cientifico es un arma de doble filo. 

Y eso quiere contar en sus tres episodios, tres pequeños filmes de personajes e incluso realidades diferentes, pero todos bajo la mirada de un prisma crítico, una mirada a nosotros mismos que nos hace reflexionar sobre la evolución de nuestra sociedad. El Black Mirror (espejo negro) al que hace referencia el título es el frio espejo que encontrarás en cada pared, en cada rincón, en cada escaparate, en cada bolsillo del ser humano: televisiones, ordenadores, móviles, Iphones, smartsphones o Blackberries. La serie, parcialmente inspirada por la mítica La dimensión desconocida (The Twilight zone), pretende tratar temas profundos, serios, éticos, morales y sociales evitando caer en el aburrimiento y, desde luego, evitando las trabas que la televisión de hoy impondría a producciones de calado documental. 

El primer episodio plantea un Londres actual en el que el Primer Ministro se ve en una dificil situación dadas las demandas de un terrorista. Para mantener el misterio (los primeros minutos del episodio están construidos gracias al suspense de no saber cual es esa petición) no diremos de que se trata, pero podéis estar seguros de que es algo obsceno y que deja con la boca abierta a más de uno. A partir de ahí, el capítulo analiza el funcionamiento de la vida moderna y el flujo de información, a travées de Internet, Twitter o Youtube, mientras que los medios de comunicación luchan por llevar el tema de la manera más correcta posible y se enfrentan a peliagudas decisiones, de esas de las que levantan largos debates en las universidades de periodismo y ética: ¿El fin justifica los medios? Parcialmente inspirada también por los hechos que "obligaron" (por favor, nótese el uso de las comillas) a que Gordon Brown pidiera disculpas públicas tras llamar "fanática" a una mujer cuando creía que su micrófono estaba cerrado, la historia realmente tiene un ritmo fantástico, sin respiro, te mantiene pegado al asiento y te sorprende contínuamente. Por si fuera poco, el giro final es tan debastador como cierto, y tan real que le hace a uno replantearse muchas cosas. 

El segundo capítulo, quiza es más flojo, es una mezcla entre 1984 y Tienes Talento, con ciertos toques de la consola Wii. Gira en torno a la idea de lo inútil que es luchar contra el sistema cuando nosotros mismos somos el sistema. ¿Alguien ha dicho 15 M? La historia refleja una realidad imaginaria en la que la población está aparentemente condenada a una vida sin sentido en la que lo unico que importa es entretenimiento contínuo delante de una pantalla. Algo que, de nuevo, no dista tanto de la realidad. 

El tercer capítulo es menos sorprendente que el primero, pero desde luego en calidad están bastante a la par. Un futuro no muy distante es el que se nos muestra en este último episodio. Apenas un par de avances tecnológicos y dejará de ser ciencia ficción, pues, lo demás, ya lo tenemos todo: mujeres, hombres, relaciones inestables, celos, historias contadas a medias, traiciones… Brooker construye aquí una magnífica parábola sobre los peligros del saber, sobre hasta donde podemos hoy (y solo hay cambiar los re-dos por Facebook y otras redes sociales) llegar a meternos en la vida ajena, y especialmente sobre hasta donde somos capaces de mostrar la nuestra sin apenas darnos cuenta. Podrías saber casi todo sobre tu pareja, ganar discusiones, saber dónde dejaste las llaves o si te dejaste las luces o el gas encendido al salir de casa. Pero, ¿de verdad queremos saberlo todo de nuestra pareja? ¿Qué pasaría si tu chica pudiera ver esas fotos que le mandas a una amiga sólo para coquetear? ¿Qué pasaría si tu chico pudiera analizar cada gesto, mirada o sonrisa de tus amigos? ¿Descubriría algo que ninguno de los dos desearia que saliera a la luz?

De todo esto, y meas, hablan los tres capítulos de Black Mirror, una muestra más del buen hacer de la televisión británica. Joyas de perfecta y cinematogreafica factura con guiones brillantes y reflexionando sobre la actualidad, y los peligros de que la tecnología domine nuestras vidas y perdamos la intimidad. Así es como se hace televisión...

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