jueves, 13 de octubre de 2011

Día 13 de octubre: Una isla, un monstruo y un cura... ¿Lost?


Miren al cielo: ahí fuera está la verdad, diría Mulder, pero también la amenaza. Ahora conduzcan sus miradas al suelo: ¿qué hay debajo de nuestras zapatillas, de las baldosas y el asfalto? Tras el cielo ocupado de Extraterrestre (Nacho Vigalondo, 2011) nos han querido salpicar desde lo más profundo del océano, al mismo tiempo que se administran mensajes telegráficos de más o menos ambición moral. Remitentes: un coreano llamado Kim Ji-hun y la pluma más elevada de la Historia, William Shakespeare.

Dos incertidumbres instantáneas: ¿es posible que esos dos referentes quepan en el mismo festival de cine fantástico? ¿Es posible, cabe añadir, que alguien las vea sin sufrir algún trastorno esquizoide? No se preocupen, la zombie walk es mañana y los más moribundos podremos sumarnos a ella. Porque Julie Taymor, firmante de propuestas pretendidamente revolucionarias y de corazón frío, estudiado al milímetro (véanse Frida [2002] o Across the universe [2007]), es la directora de The tempest (2010), adaptación de la obra romance del Bardo de Avon. Reciclando la estética, algo menos áspera y cruel, de Titus (1999), Taymor re-cuenta la historia de Próspero, personaje que aquí cambia de sexo en manos de Helen Mirren, un mago exiliado en una isla junto a una joven que recibe con curiosidad a los náufragos de un navío. Intercalando canciones y efectos digitales un tanto acartonados, la obra se torna una cordillera de focos de atención variables y bostezos, interrumpidos por un par de varazos mágicos à la Gandalf. Aunque Lady Mirren contra los insensatos tenga su intríngulis.

Y no tan inofensivo es el visitante submarino que trepa las columnas de la planta petrolífera de Sector 7, el nuevo largo de Kim Ji-hun, vendido como miembro de la misma liga que The host (Bong Joo-ho, 2006). Aunque por sus imágenes promocionales parezca el remake coreano de Lost. La agradecerán más, sin embargo, los miembros de Greenpace que los auténticos fans del fantástico con monstruo en lugar cerrado: entre la poco claustrofóbica maraña de tuberías nos filtran una larguísima presentación de personajes más estereotípicos que una obra de Agatha Christie, una ñoña carrera de motos, una banda sonora borracha de Hans Zimmer y unos rotulillos finales donde se nos avisa de los peligros de la industria del petróleo. Que los monstruos son nuestros, pero no de nuestros padres ni de nuestros traumas, sino de la acción negativa que hemos ejercido sobre ecosistemas pacíficos hasta que los alcanzaron las tuberías del hombre. Palabrería visual. Sólo queríamos ver morir a todos los estúpidos personajes o a ese protozoo gigante a prueba de escopetas, ballestas, mecheros, explosiones y lanzallamas.

Idéntica tensión final, pero en otro tono sinfónico, aparece en Red State, una vuelta de tuerca en la filmografía de Kevin Smith. Tres imberbes, como imberbes eran casi dos tercios del público del Auditori (y pensábamos que Smith sonaría a rococó para las nuevas generaciones); tres muchachos salidillos pactan una cita sexual con una mujer madura que resulta ser la integrante de una secta religiosa. El terror de barrio, el de la puerta (de la iglesia) de al lado al servicio de una denuncia social, dirigida contra los mojigatos códigos morales norteamericanos y sus representantes. Una orgía sin sexo y muchísima violencia gratuita, ridícula, empañada de cinismo a partir de una cámara testimonial y de las propias frases de los personajes. En USA, tres adolescentes no podrían ver esa prometida y pervertida premisa, pero sí esta sucesión incansable de peroratas bíblicas, modelos de armas y fuegos cruzados. La denuncia es algo menos certera que su enfoque, y éste queda bastante afectado por un ritmo desigual y una profunda sensación de desagrado ante todo lo que está pasando. La obviedad para condenar lo obvio.

A última hora supimos que Balada triste de trompeta (2010) se alzó con el Méliès d’Or a la Mejor Película Europea, premio que ha venido a recoger en persona Álex de la Iglesia antes de la presentación de la película El monje (Dominik Moll, 2011), protagonizada por Vincent Cassel y basada en la novela homónima y fundamental de Matthew Gregory Lewis, sobre las tentaciones sufridas por un fraile de manos del diablo. Por estos lares ya queda muy poco para que a nosotros nos tiente y corrompa del todo…

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