sábado, 15 de octubre de 2011

Día 15 de octubre: Drive me to the moon... of Sitges


Al final de todas las cosas siempre hay un coche esperando para conducirnos a alguna parte. ¿A dónde huye el fanático del cine fantástico después de Sitges? Contamos los meses para el año que viene… y de repente no nos importa a qué vehículo nos subamos, ni a dónde nos lleve. Ni quién ejerza de chófer. Pero, ¡oh, sorpresa!, la morriña se espanta en cuanto las luces del Auditori se apagan al comienzo de su último estreno, quizá el más esperado del certamen. Otras veces hemos sentido tedio, inquietud o somnolencia, en este caso se produjo una felicidad extrema. A pesar de toda la tristeza por nuestra partida.

Bendecida por el premio al Mejor Director en el pasado Festival de Cannes, Drive (Nicolas Winding Refn, 2011) es las dos cosas que más se han repetido y más admiradas han sido a lo largo de estos diez días: un romance moderno y un bestial explosión de emociones reprimidas. Sin que falte ese leitmotiv de aroma a fábula, que en este caso corresponde a la famosa moraleja del escorpión que no pudo refrenar su instinto asesino y picó a la rana que estaba ayudándolo a vadear el río. Un especialista de cine sin nombre (Ryan Gosling) compagina sus trabajos en la industria de Hollywood y un garaje con trabajillos para atracadores de poca monta. Entonces se cruza en su rellano una vecina (Carey Mulligan) y las complicaciones, como quien dice, vienen rodadas.

¿Es capaz de amar un tipo de límites morales dudosos? ¿O puede el amor conducir a un hombre a dicho extremo? Drive puede definirse, precisamente, desde lados contrapuestos, como una pesarosa versión soft y sin humor del universo Tarantino o como la historia de amor con su justo contrapunto bestia más potente que hemos visto en los últimos tiempos. Bella y desgarradora por dentro y por fuera, la película bebe de referencias ochenteras (esos rótulos de un rosa petardo; esa omnipresente, no menos petarda y encantadora banda sonora con canciones), maneja un increíble sentido de la iluminación y nos deja para el recuerdo escenas tan sublimes, sutiles y al mismo tiempo brutales, como la del ascensor. Vean y comprenderán, se lo dice una robota sin sangre que ha rozado la adrenalina contagiosa de este flamante largometraje.

Un viaje que arranca y termina, confiamos, sin un fin real. Deseábamos aparcar y mirar a las estrellas, a la luna menguante de Sitges que también se despide de sus fervientes participantes. Pero la sesión sorpresa llegó de la mano de William Friedkin, que hace reverberar el absurdo que reina en sus películas previas, como El exorcista (1973), en Killer Joe. O como podríamos rebautizarla: la cinta aguafiestas. Una galería de personajes en principio pintorescos y, tal es norma por aquí, completamente idiotizados, se mueven por esa América profunda de rancios secretos. En su recorrido, una sucesión de sinsentidos desagradables, carentes de motivaciones, despistes como callejones sin salida y ganas de hacer reír al personal de la forma más surrealista y patética. Ni siquiera merece la pena un resumen del argumento, ya que éste apenas es tal cosa. Valga con que Matthew McConaughey intenta desvincularse una vez más de su pose seductora para encarnar a un dudoso asesino psicópata al que acude una familia de lo más rastrera por sucios asuntos. Puaj.

El colofón, bastante concurrido, en la sala de prensa. Ángel Sala, director del festival, leyó junto al Jurado (formado por J.A. Bayona, Quim Casas, Lisa Marie, Ryoo Seung-Wan y Richard Stanley) la lista de los siempre temidos galardones. Con silbidos fue recibido el premio a Mejores Efectos Especiales para Eva (Kike Maíllo, 2011), y con aplausos los cuatro reconocimientos a Attack the block (Joe Cornish, 2011), el guion de The Woman (Lucky McKee, 2011) y a Red State, como Mejor Película. Kevin Smith agradeció el premio en un vídeo desde USA y, tras una larga Gala de Clausura, el Festival inició su adiós definitivo con la gélida y gélidamente recibida The Thing (Matthijs van Heijningen Jr., 2011), reboot y precuela del clásico de John Carpenter.

Tal vez un sueño profundo en el hielo hasta el próximo octubre sea lo más acertado para sedientos del fantástico, el terror y la ciencia ficción. Quizá pase un coche que pueda llevarme hasta la Antártida. Quizá, tal vez, ¿puede un robot dudar, plantearse un futuro? Cuando cierro los ojos veo…

TRES… DOS… UNO. (Sonido-chirriante-que-marca-el-off-de-un-sistema-suspendido-hasta-nuevo-aviso-krackkrackaput).

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