El nuevo y el viejo mundo se tropiezan, se atisban, ¿coexisten?
En la hilera frente al stand de acreditaciones, esta robota espera pacientemente su turno tras el insigne y (polémicamente) famoso crítico de cine Carlos Pumares. Sin embargo, no hará falta recurrir al acerado tono que suele imperar en los escritos de esa vieja pluma para comentar las caras nuevas con que se ha estrenado el festival de este año. Un rostro que, como leitmotiv del certamen, parece humano, pero no lo es. ¿Y la película de Kike Maíllo, debutante curtido en el mundo del cortometraje? ¿Es también medio humana, una epidermis de apariencias?
Lo básico, pues Eva es un miembro más de las películas estropeadas por la sobreinformación a la que se ve sometido el espectador: baste contar que Álex (Daniel Brühl) es un brillante ingeniero especializado en el emergente ámbito de la robótica, y que, de regreso a su ciudad natal tras la muerte de su padre, retoma el proyecto de diseñar un niño robot. Su exterior, prácticamente como el de los demás niños. Que sea divertido. Especial. Cualidades que Álex observa en una niña que le servirá de inspiración y controvertido modelo, la Eva del título, interpretada por otro nuevo talento, Claudia Vega.
A través de un mundo eternamente nevado y una estética retro que bebe de los últimos setenta y los primeros ochenta del pasado siglo, Kike Maíllo ha querido inaugurar un futuro accesible y al mismo tiempo exótico, justificaciones de guión que al mismo tiempo salvan el escollo de las limitaciones presupuestarias en una producción española. Intentar emular las estéticas futuristas más habituales habría supuesto un alarde de ambición innecesario, aparte de poco original. Eva intenta ser divertida y especial, y lo es como rara avis en un panorama cinematográfico monótono, que camina sobre seguro. A pesar de que no logre sus objetivos, de que la línea argumental presente licencias y giros baratos, de que arranque mediante un flashforward que vuelve más obvio el ya de por sí previsible final, de que ese mundo de pana, lana gorda, madera oscura y soperas floreadas nos retrotraiga al pasado más Cuéntame, la presencia, el propósito de Eva es de agradecer. Medio humana, sí. Mecánica, también. Hay algo negativo, pero congruente, en esa dualidad narrativa y estética.
Tras la rueda de prensa con un Kike Maíllo entregado a su papel de rocker dandy, una Marta Etura nerviosa y un Daniel Brühl que despertó extrañas sensaciones cálidas en esta autómata programada para escribir, se dio paso al auténtico motivo del certamen: el terror. El terror viral. El que ya ha sucedido y que asoma a cada vuelta de hoja de la Historia. Una cinta de miedo auténtico, y lo demás son tonterías. El pánico epidémico de Contagion, de Steven Soderbergh.
A una robota como yo sólo le inspira temor el óxido, pero Soderbergh entreteje, a la manera de Traffic (2000), un tapiz de cabos sueltos, pequeñas historias humanas, con la perspectiva de mostrar un común denominador: los efectos del horror ante lo imprevisible. E incontenible es el virus de origen desconocido que merma la población humana en un presente tan conocido y reconocible como el de Eva. Empleando sus queridos juegos de colores y texturas, Soderbergh consigue un compendio de piezas sobrecogedoras, ayudado por un increíble plantel de actores en el punto álgido de sus carreras, aunque el concepto global sea algo grueso y apunte culpas políticas, farmacéuticas, burocráticas y sentimentales que desembocan en la mera acción del azar. Ése es el auténtico enemigo: tocar el grifo infectado, subirte al autobús con el primer enfermo de la ciudad… Mientras tanto, seguid viviendo.
Por la tarde, las estrellas de Eva acudieron a la gala inaugural, en la que se concedieron premios honoríficos, las Marías de Metrópolis, al profesor de audiovisuales Xavier Pérez y al cineasta Bigas Luna. Antes de la proyección de dos cortometrajes que gravitan alrededor de las ideas de Eva, una presentación de Inteligencia Artificial (2001), a cargo de un vídeo de su director, Steven Spielberg, recordó que quizá este tema resulte ideal para tiempos de crisis y pragmatismo. Cuando todo se vuelve mecánico y rentable, resurgen los relatos humanos de seres comunes como en Contagion y de almas rotas en el universo helado y supuestamente innovador de Eva. Al menos, gracias a Maíllo, sabemos ya que en el año 2041 seguirá escuchándose a David Bowie en las fiestas.
En la hilera frente al stand de acreditaciones, esta robota espera pacientemente su turno tras el insigne y (polémicamente) famoso crítico de cine Carlos Pumares. Sin embargo, no hará falta recurrir al acerado tono que suele imperar en los escritos de esa vieja pluma para comentar las caras nuevas con que se ha estrenado el festival de este año. Un rostro que, como leitmotiv del certamen, parece humano, pero no lo es. ¿Y la película de Kike Maíllo, debutante curtido en el mundo del cortometraje? ¿Es también medio humana, una epidermis de apariencias?
Lo básico, pues Eva es un miembro más de las películas estropeadas por la sobreinformación a la que se ve sometido el espectador: baste contar que Álex (Daniel Brühl) es un brillante ingeniero especializado en el emergente ámbito de la robótica, y que, de regreso a su ciudad natal tras la muerte de su padre, retoma el proyecto de diseñar un niño robot. Su exterior, prácticamente como el de los demás niños. Que sea divertido. Especial. Cualidades que Álex observa en una niña que le servirá de inspiración y controvertido modelo, la Eva del título, interpretada por otro nuevo talento, Claudia Vega.
A través de un mundo eternamente nevado y una estética retro que bebe de los últimos setenta y los primeros ochenta del pasado siglo, Kike Maíllo ha querido inaugurar un futuro accesible y al mismo tiempo exótico, justificaciones de guión que al mismo tiempo salvan el escollo de las limitaciones presupuestarias en una producción española. Intentar emular las estéticas futuristas más habituales habría supuesto un alarde de ambición innecesario, aparte de poco original. Eva intenta ser divertida y especial, y lo es como rara avis en un panorama cinematográfico monótono, que camina sobre seguro. A pesar de que no logre sus objetivos, de que la línea argumental presente licencias y giros baratos, de que arranque mediante un flashforward que vuelve más obvio el ya de por sí previsible final, de que ese mundo de pana, lana gorda, madera oscura y soperas floreadas nos retrotraiga al pasado más Cuéntame, la presencia, el propósito de Eva es de agradecer. Medio humana, sí. Mecánica, también. Hay algo negativo, pero congruente, en esa dualidad narrativa y estética.
Tras la rueda de prensa con un Kike Maíllo entregado a su papel de rocker dandy, una Marta Etura nerviosa y un Daniel Brühl que despertó extrañas sensaciones cálidas en esta autómata programada para escribir, se dio paso al auténtico motivo del certamen: el terror. El terror viral. El que ya ha sucedido y que asoma a cada vuelta de hoja de la Historia. Una cinta de miedo auténtico, y lo demás son tonterías. El pánico epidémico de Contagion, de Steven Soderbergh.
A una robota como yo sólo le inspira temor el óxido, pero Soderbergh entreteje, a la manera de Traffic (2000), un tapiz de cabos sueltos, pequeñas historias humanas, con la perspectiva de mostrar un común denominador: los efectos del horror ante lo imprevisible. E incontenible es el virus de origen desconocido que merma la población humana en un presente tan conocido y reconocible como el de Eva. Empleando sus queridos juegos de colores y texturas, Soderbergh consigue un compendio de piezas sobrecogedoras, ayudado por un increíble plantel de actores en el punto álgido de sus carreras, aunque el concepto global sea algo grueso y apunte culpas políticas, farmacéuticas, burocráticas y sentimentales que desembocan en la mera acción del azar. Ése es el auténtico enemigo: tocar el grifo infectado, subirte al autobús con el primer enfermo de la ciudad… Mientras tanto, seguid viviendo.
Por la tarde, las estrellas de Eva acudieron a la gala inaugural, en la que se concedieron premios honoríficos, las Marías de Metrópolis, al profesor de audiovisuales Xavier Pérez y al cineasta Bigas Luna. Antes de la proyección de dos cortometrajes que gravitan alrededor de las ideas de Eva, una presentación de Inteligencia Artificial (2001), a cargo de un vídeo de su director, Steven Spielberg, recordó que quizá este tema resulte ideal para tiempos de crisis y pragmatismo. Cuando todo se vuelve mecánico y rentable, resurgen los relatos humanos de seres comunes como en Contagion y de almas rotas en el universo helado y supuestamente innovador de Eva. Al menos, gracias a Maíllo, sabemos ya que en el año 2041 seguirá escuchándose a David Bowie en las fiestas.
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